viernes, 7 de enero de 2011

CIELO ENCARCELADO



Esta imagen la tomé del interior del museo de Oteiza en el Pais Vasco. Resalta la sensación de ser el exterior el que intenta observar el interior del recinto, dejando al espectador empequeñezido por la inmensidad del cielo azul.
Que mejor forma que observar tal imagen que con una poesia de Xavier de Lizardi:



Otsail-erdi

Egur ezearen kea
goink du kolore:
egunaren atariruntz
zauri bat, gordiña,
odol-bearean ure.
Sakoneko lañoz gora
tontorak elurez:
itsasoa iduri,
ametsezko ontziez.

Bide-ertzean ez marubi
ez belar gizenik.
Otolorea, bakanka,
goiztxo karaxika,
Udaberiari deika.
Or pago bat, lerden-aski,
igazko apaingariak
(gaur orbel goriak)
oso yaregin nai-ezik,
nola baituten oi
nezkazar ezin-etsiak.
Ostobakandu-sasian
kabi bat, uts uratua…
Aru-bêtik erekak ots,
euriteak bulartua…

Basora naiz. An-or,
goldiozko ogean,
yoan-elurte gaitzaren
ondarak nabari;
kabidun usoak, ala
emazte zûraren
zapiak iduri.
Aritzak eundaka
aier zazkio goiari,
argo-lênenkia
egari baitute,
arako urezko zauria
izanik ituri.
Orengatik daude
luze-luze egiñik,
artean oñak ilunik
azken-arbazta-begiez
udaberiako
ornitzen biziez.

Oi, zein aizen eder loa:
eriotzaren anaitzakoa:
bizitzazko urloa!…


Mediado Febrero

Tiene el cielo color de humo
de leña verde, y, hacia el atrio del
día, tiene una herida fresca con
oro en vez de sangre. Cumbres
nevadas sobre la niebla del profundo:
como si fuera un mar, y en
él naves de ensueño.

No hay fresas en la orilla del
camino, ni hay hierba jugosa.
Hay una que otra flor de árgoma
estridente que, por anticipado,
llama a la primavera. Hay un
haya gallarda, que no suelta del
todo sus galas, las de antaño, hojas
resecas hoy; como las solteronas
duras de resignar. En el zarzal
sin hojas, roto, vacio, un nido. En
la barranca honda un torrente
resuena, que hinchó el largo llover.

Llego al bosque. Esparcidos
sobre el musgoso lecho, restos de
la reciente gran nevada semejan
palomas anidadas o ropas a secar
de hacendosa mujer. Cientos de
robles tienden al cielo su deseo
sedientos, anhelando las primicias
de la luz cuya fuente es aquella
herida hecha de oro. Por eso se los
ve tan tendidos y largos, que, a
favor de las yemas de sus ramillas
últimas, y aún en sombra los pies,
para la primavera van absorbiendo vida.

¡Qué hermoso eres, oh sueño!
¡Qué hermoso, pretendido hermano
de la muerte: tú, remanso de vida!…




2 comentarios:

A.V. dijo...

Me ha gustado la entrada Doc; la foto me encanta, y la poesia es bonita.

Peggyisthequeen dijo...

La fotografía es estupenda y el poema también. No conocía al escritor.